Y tal vez sea eso lo que la convierte en tan singular capital, su infinita capacidad para levantarse sobre las ruinas de su propio armazón. Mezcla de estilos y culturas y con la ventaja de la modernidad, que la convierte en una ciudad enfocada al disfrute del ciudadano. Y eso se nota en sus gentes, con una buena pinta en las orillas del río en cualquier atardecer. Su magnífica catedral, la famosa puerta de Branderburgo, el Reichstag, la Postadamer Platz, la animada Unter den Linden o la Isla de los Museos; todo ello integrado en fascinantes barrios de animada vida nocturna. Una visita irrenunciable de la nueva Europa
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