No es mucho lo que conocí de su país, pero sin duda pude conectar con lo mejor del mismo, sus gentes. Porque si de algo puede alardear tan pobre país es de contar con la gente más acogedora de cuanta he conocido. Cochabamba, al pie de los Andes, fue la ciudad de mi destino. Sus coloniales viviendas, sus plazas, vestigios del pasado español, alegran el día con multitud de puestos y comercios en las mismas, donde encontrar libros, donde comer, donde tomar el mejor de los zumos... Y cerca de la grandiosa urbe, los últimos enclaves de comunidades indígenas de quechuas, la "gente de los valles", todavía manteniendo, a pesar de todo, sus ancestrales tradiciones. Un maravilloso paraíso donde puedes perder la noción del tiempo, del espacio, puedes abandonar tu identidad y ofrecer lo poco que tienes para recibir lo más maravilloso de un viaje, una sonrisa.
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