
La dura vida de los moradores del desierto del Thar, al este de la India, parece que haga imposible que estos rostros trasmitan felicidad como lo hacen. El bello colorido de sus saris contrasta en viveza con la falta de vida de sus inhóspitas arenas. El Rajastán, plagado de pequeñas poblaciones de grandes pero marchitos reinados, paraísos de Rajas, los inalcanzables maharajas (grandes reyes), que conservan a modo de hoteles sus palacios, único sustento actual de estos antaño todopoderosos. Jaisalmer, la mayor de sus ciudades emerge de las arenas fundida con el propio desierto. Murallas adentro nos espera... otro mundo
La verdad también podía haber escogido India...
ResponderEliminarSonia